La historia de la humanidad, y especialmente de la política, ha estado marcada por el miedo: miedo a hablar, miedo a disentir, miedo a romper la norma impuesta por quienes ostentan el poder. Pero cuando las mujeres y los jóvenes se preguntan con valentía ¿qué harías si no tuvieras miedo?, la política cambia de rumbo. El miedo deja de ser jaula y se convierte en motor, porque nadie transforma la historia desde la comodidad. Ese es el primer paso para devolverle dignidad y sentido a la vida pública: atrevernos a imaginar lo que parecía imposible.
El rol de la mujer en la política contemporánea es prueba de que la transformación no es una utopía, sino un camino real. En el mundo, nombres como Jacinda Ardern en Nueva Zelanda o Sanna Marin en Finlandia demostraron que se puede gobernar con empatía, firmeza y transparencia. En Colombia, líderes como Francia Márquez, Clara López y Olga Beatríz González han abierto grietas en la muralla del machismo político, recordándonos que el liderazgo femenino no es una cuota, sino una necesidad ética y democrática. Una política sin mujeres no es sólo injusta: es incompleta.
¡Pero soñar no basta!. La magia de pensar en grande tiene que aterrizar en proyectos capaces de transformar territorios concretos como el Tolima. Imaginar un departamento que defienda sus ríos, que invierta en ciencia, que le dé voz a los campesinos y oportunidades reales a los jóvenes, no es fantasía: es el horizonte que se construye cuando se juntan la creatividad, la innovación y la audacia de nuevas generaciones. El Tolima no puede seguir condenado al atraso por culpa de clanes que hipotecaron su futuro; necesita una generación que sueñe en grande para hacerlo realidad.
Ese reto exige romper los esquemas de la política tradicional, oxigenarla con la energía juvenil. Jóvenes que se cansaron de ser botín electoral o relleno de listas, y que hoy irrumpen con fuerza en los Consejos de Juventud, en cabildos abiertos, en plataformas juveniles, sociales y digitales. El reto no es fácil: la política tradicional intentará frenar, cooptar o ridiculizar a quienes desafían el statu quo. Pero cada vez que una juventud organizada dice “no más”, el muro del clientelismo se agrieta. Y cada vez que una mujer se abre paso en un espacio vedado, la democracia gana altura.
Entonces la pregunta es inevitable: ¿estamos listos para subir de nivel? El miedo seguirá existiendo, pero la historia demuestra que quienes lo enfrentan son quienes conquistan el futuro. Colombia, y el Tolima en particular, necesitan de una ciudadanía que no acepte la mediocridad de lo “normal”, que se atreva a pensar lo impensable y a construir lo imposible. Si mujeres y jóvenes deciden actuar sin miedo, no habrá clan, ni prejuicio, ni tradición capaz de frenar el salto hacia una política verdaderamente transformadora.
¿Qué harías si no tuvieras miedo por el Tolima?
Por:
Walter Duarte H
Columnista
Excandidato a la Asamblea del Tolima
Disruptivos por Colombia
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