El PARTIDO LIBERAL DEL TOLIMA: REFUNDAR O DESAPARECER

Durante décadas, el Partido Liberal fue más que una organización política: fue una identidad popular, un sentimiento, una escuela de pensamiento, una esperanza que se sembraba en las plazas, en los sindicatos, en las aulas de clase y en las fincas cafeteras del Tolima profundo. Fue, en esencia, el partido de las reformas frustradas, de los derechos civiles, de la justicia social en construcción. Su bandera roja ondeó sobre los sueños de campesinos, trabajadores, estudiantes y mujeres que creyeron en la libertad como columna vertebral de los cambios.

Hoy, sin embargo, esa bandera parece arrugada en un rincón de la historia, sin su verdadera fuerza, sin épica, sin proyecto. El liberalismo Tolimense, al igual que en buena parte del país, atraviesa una de sus crisis más profundas: sin liderazgo unificador, sin una verdadera agenda programática, sobretodo sin diálogo genuino y directo con las nuevas generaciones. Las curules se dispersan, los avales se negocian a espaldas de las bases, y las juventudes —antes semillero ideológico— han sido relegadas al silencio, hacia la instrumentalización de algunos negociantes o empujadas hacia otros movimientos que aún conservan un relato.

El punto de quiebre no fue reciente. Se remonta a los pactos burocráticos que vaciaron de contenido al partido tras la salida de Luis Carlos Delgado de la Gobernación. La renuncia de Mauricio Jaramillo, las fracturas con líderes históricos como el Diputado Carlos Reyes, el concejal de Ibagué Javier Mora o el distanciamiento del Diputado Julio Morato, la jefatura limitada de la Representante Olga Beatriz González desde la configuración de los directorios y la desconexión con los líderes históricos y sobretodo  a las nuevas generaciones liberales de las 47 municipios revelan una verdad incómoda: el liberalismo Tolimense se convirtió en una sigla sin alma, un cascarón sin pueblo.

Y sin embargo, ahí donde muchos solo ven ruinas, otros vemos tierra fértil para la refundación. No desde el resentimiento, sino desde la esperanza. Porque en los márgenes del partido, en los barrios populares, en las veredas o parques, en los jóvenes que votan sin recibir nada a cambio, hay una generación que no ha renunciado a la política decente, ni a la historia liberal que soñó reformas agrarias, educación pública, libertad de conciencia, economía solidaria y descentralización real.

Esos liberales sin carnet, sin aval, sin comité, independientes sí existen. Son los que recorren las campañas a pie, los que no se arrodillan por contratos, los que votan con conciencia, los que educan sin medios, los que aún creen en la política como vocación. Esos somos nosotros. Y es hora de organizarnos no para administrar lo que queda del partido, sino para reconstruir lo que alguna vez significó.

Refundar el Partido Liberal del Tolima no es solo un acto simbólico ni nostálgico. Es un acto de justicia política. Significa recuperar su carácter reformista, su legado de pensamiento moderno, su capacidad para representar a las clases medias rurales, a las mujeres excluidas, a los jóvenes sin oportunidades, a los trabajadores sin garantías. Significa volver a creer en el Estado como herramienta de transformación, no como botín electoral.

Por eso, esta no es una columna de despedida. Es un manifiesto de inicio. Quienes alguna vez votamos con la convicción liberal, quienes enfrentamos las elecciones sin maquinaria y con principios, quienes cargamos con dignidad más de dos mil votos sin haber negociado con nadie, tenemos hoy no solo el derecho, sino el deber histórico de proponer una refundación desde las bases, desde los sueños colectivos y desde el territorio.

Invitamos, entonces, a la Representante Olga Beatriz González —como actual jefa visible del partidoa abrir las puertas del liberalismo, no para sostenerlo en pie con respiradores artificiales, sino para sembrarlo de nuevo, con semillas nuevas y raíces profundas. Invitamos a los dirigentes y militantes silenciosos, a los concejales dispersos o frustrados, a las mujeres y campesinos liberales de siempre, a los jóvenes sin voz, a los docentes progresistas, a los emprendedores rurales y los microempresarios del Tolima, a un gran Encuentro Liberal de Refundación Ética y Territorial, donde la política no sea un negocio sino una causa.

El liberalismo no puede seguir siendo administrado por cuotas o intereses personales. Tiene que volver a ser un proyecto de propósitos colectivos. Un proyecto de región, de país, de dignidad. El tiempo de la resignación y el silencio terminó. El futuro es hoy, y nos necesita organizados, decididos pero sobretodo JUNTOS.

Porque no nacimos para aplaudir silencios, ni renuncias, ni jefaturas, tampoco para heredar ruinas disfrazadas de banderas. Nacimos para levantar lo muchos con intención dejaron caer. Para reconstruir, con ética y memoria, el liberalismo que algún día fue esperanza y puede volver a serlo en cada rincón del Tolima.

Por:
 
Walter Duarte H 
Excandidato a la Asamblea del Tolima

Comentarios