SABOTEADORES DE SUEÑOS Y PROCESOS.


1. Sobre el enemigo interno: aduladores, cortejanos y conspiradores.

En la construcción de propósitos y procesos colectivos, los enemigos más peligrosos no siempre están afuera. A menudo, se camuflan en la cercanía, en los que aplauden sin convicción, en los que fingen apoyo, te dan la razón mientras conspiran en la sombra. Se presentan como amigos o aliados, pero son aduladores que buscan acomodarse al poder, cortejan para manipular, y conspiran con otros por resentimiento, envidia o ambición. Estos saboteadores internos suelen tener rasgos comunes: hipocresía, mediocridad, incapacidad para la crítica sincera, y una vocación oculta para dinamitar o reventar lo que otros construyen con mucho esfuerzo. Detectarlos a tiempo no solo es una habilidad, es una necesidad imperiosa para la supervivencia del liderazgo auténtico o liderazgo disruptivo.

2. La raíz oscura de la traición.
Los saboteadores brotan de terrenos envenenados por la envidia, la inseguridad, la frustración o el resentimiento social. Sus acciones responden menos a razones ideológicas que a pasiones mal gestionadas. A menudo son personas que se sintieron desplazadas, no reconocidas o superadas, y cuyo ego herido los convierte en verdugos del propósito colectivo. Su inmadurez emocional, su narcisismo latente o sus propios vacíos los llevan a disfrazar su sabotaje de crítica legítima, cuando en realidad es traición disfrazada. En contextos sociales o políticos, la traición no siempre nace de la convicción, sino del resentimiento. Y allí donde no hay ética, cualquier proceso genuino está en riesgo.

3. ¿Qué hacer cuando se detecta la deslealtad?
La reacción de los líderes ante la deslealtad define la madurez del proceso. No se trata de reaccionar con venganza ni de caer en la paranoia -a pesar de que este último es tan complejo-, sino de trazar límites claros. El abuso de la confianza debe ser confrontado con firmeza, pero sin replicar las prácticas destructivas. La organización necesita mecanismos de protección: protocolos éticos, espacios de escucha, y sistemas para la gestión de conflictos. La traición duele, pero también enseña. Lo importante es no permitir que la conspiración debilite la visión ni que el miedo a nuevas heridas frene la transformación. La disrupción política es necesaria e imperiosa y no la va a parar nadie.

4. El autosabotaje: la trampa interna del líder.
No todo sabotaje viene de afuera. A veces es el propio líder quien, dominado por el perfeccionismo, el miedo al fracaso o la necesidad de control, sabotea su propio proceso. El autosabotaje es una forma silenciosa de autotraición. La inteligencia emocional se convierte aquí en una herramienta vital: reconocer las emociones, aceptar las limitaciones humanas, delegar con confianza y recordar que los procesos colectivos no pueden depender exclusivamente del liderazgo individual. Saber cuándo parar, cuándo confiar, cuándo rectificar, es parte del arte de liderar con sentido.

5. Otra perspectiva ante la crisis: liderar desde la vulnerabilidad y cultivar el cuidado mutuo.

Frente al desgaste que provocan los saboteadores, una perspectiva menos tradicional pero profundamente poderosa es la de liderar desde la vulnerabilidad. En lugar de blindarse con rigidez o endurecerse emocionalmente, los líderes pueden optar por cultivar relaciones basadas en la confianza, el cuidado mutuo y la honestidad afectiva. Reconocer que el liderazgo no implica infalibilidad ni omnipotencia, sino humanidad compartida, permite abrir espacios donde el equipo no solo se protege, sino que se comprende, se acompaña y se sostiene. Cultivar ese sentido de comunidad, de corresponsabilidad y cuidado mutuo es lo que permitirá que los sueños florezcan incluso en medio de la tormenta.  La unidad no es unanimidad: es un acuerdo profundo sobre el propósito que se defiende

Esta forma de liderazgo afectivo redefine la noción de fuerza: no es quien más se impone, sino quien más inspira unión, sobriedad y cooperación genuina, el que sobrevive a los ciclos destructivos de la traición y fortalece el espíritu colectivo y fraterno de los procesos. Se trata de tejer una comunidad emocionalmente sana que disuada, por su cohesión, la irrupción de la traición, el sabotaje o la deslealtad.

Por:
Walter Duarte H - Columnista 
 Disruptivos por Colombia.



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