¿VOLVER A LA NORMALIDAD? ¡NI LOCO!

Walter Andrés Duarte Hernández
24/05/2020 Consultor
Fundación Impulsa Futuro

Una de las preguntas más frecuentes que se hacen Colombianos y  ciudadanos del mundo en redes sociales es: ¿Cuándo volveremos a la normalidad?, una pregunta interesante y capciosa que permite analizar no solo el desespero de la sociedad por retomar actividades consideradas como cotidianas sino la urgencia de regresar al confort que producía la pasada “normalidad”, una cotidianidad y un confort muy cuestionable, hoy afectado por este imprescindible suceso sanitario y económico; aquí una líneas inspiradas en esta inquietud.

Regresar a la normalidad debería llevar a la humanidad a cuestionarse ¿A cuál normalidad o realidad social, económica y política desea regresar? ¿Regresar a la cotidianidad del trabajo desmedido, la lucha por la subsistencia, la acumulación, la explotación del hombre por el hombre, del hombre por el territorio, el egoísmo, la indiferencia y la resignación? ¿Al despotismo, la hipocresía, el irrespeto y la deshonestidad contra cada individuo, la sociedad y el ambiente? O a la realidad utópica del amor por cada ser, por el otro y por lo otro.

De acuerdo con Sigmund Freud, autor del psicoanálisis, qué es más real para una persona ¿la realidad física o la realidad psíquica?, los seres humanos no percibimos toda la realidad (Así lo quisiéramos). De hecho, no vemos la realidad, sino una representación de ella. Para cada ser humano la realidad no es ni más ni menos que una sucesión de señales bioeléctricas que contienen información codificada sobre el mundo exterior. Al tramitar esas señales, previamente captadas por el hardware fisiológico (cuerpo), mediante nuestro aparato psíquico (software: sistemas del ser vivo), al interpretar estas señales bioeléctricas, inferimos que existe un mundo externo al yo. Pero nadie puede asegurar la certeza absoluta de esta inferencia. Y, por tanto, cada persona solo tiene constancia de su subjetividad.

Cuando el ser humano constata un alto grado de consenso en las subjetividades de otros seres humanos, otorga a este conocimiento la categoría de objetividad. El hambre, la desnutrición, la pobreza extrema, la exclusión social, la discriminación, la corrupción, la inequidad y desigualdad social, las guerras son contrariedades generales que han logrado ese consenso objetivo, problemas que tocan la vida de la gente y por tanto hacen parte de su realidad física y psíquica, vivenciada en mayor o menor medida por cada individuo en esa normalidad a la cual muchos esperan retornar.

Sin duda, es propio de esta especie confundir la realidad con la representación de ésta… Cada ser humano tiene una experiencia subjetiva (personal) con el mundo físico, lo que lo lleva a una cosmovisión, es decir, a asumir una concepción del mundo o una teoría implícita de él, que no siempre es capaz de verbalizar (explicitar).

La “normalidad” que la mayor parte de la sociedad aceptaba, malinterpretaba o confundía podría ser objetada con tres aspectos fundamentales frente a la actual coyuntura: 1.¿Era feliz la persona con lo que hacía antes de la llegada del Coronavirus: Covid -19? 2. ¿La normalidad provocada por los sistemas socio económicos y políticos actuales le proveían herramientas y oportunidades necesarias para focalizar su ímpetu de vida? 3. ¿Los seres humanos no se merecen otra realidad donde primen el respeto, la defensa y la garantía de los derechos humanos y del territorio?.

No se percibe otra oportunidad más bella para reconstruir la vida personal, la vida en sociedad, los estados y gobiernos, los sistemas socioeconómicos y políticos que no han respondido con mayor efectividad frente al respeto por los derechos humanos, por la superación de las grandes problemáticas que afectan a la humanidad, por construir nuevos imaginarios, otras narrativas y ambiciosos propósitos colectivos que lleven a la sociedad a entender el sentido que tienen sus vidas, más allá de los preceptos y catálogos políticos y religiosos.

Mejorar la vida de cada cual, de las familias y de la sociedad sin afectar negativamente la de los demás debería ser uno de los mayores anhelos de todos los ciudadanos, en línea con aquellos quienes han rechazado con vigor los vejámenes de esa normalidad aparente, temible, contradictoria e irresponsable.

 Regresar al pasado, ¿a la normalidad? ¡Ni loco!

 No hay que temer a renunciar a lo “bueno” por escoger lo mejor. 

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